Hoy se recuerda con ira…

… el terrible sitio que sufrió Barcelona en 1714, se recuerdan las bombas lanzadas sobre la ciudad, los tristes héroes de trágica dimensión, de tierra removida (…) Hoy se recuerdan los días y las noches, las noches y los días de aquel asedio, las noches y los días con sus muertos, con su frío, pero no se dice que Barcelona había sufrido tres sitios anteriormente, ni que los austracistas ya la habían bombardeado, con idéntica ferocidad, cuando se hallaba en poder de los generales borbónicos. La historia se cuenta como si la capital del Principado no hubiera sido hasta 1705 una plaza de Felipe V, como si en 1704 los aliados austracistas no hubieran puesto cerco a la ciudad y los barceloneses no les hubieran rechazado, como si apenas un año después los ejércitos del archiduque no se hubieran presentado de nuevo a las afueras de la ciudad y no la hubieran bombardeado indiscriminadamente hasta rendirla.

 

Hoy se recuerda la represión desatada por los generales de Felipe V, la vida sepultada en cadenas y calabozos o el exilio al que se vieron obligados los líderes rebeldes, (…) pero no se habla de los 6.000 partidarios de Felipe V, entre nobles, clérigos, obispos y juristas, que tuvieron que abandonar Barcelona después de que ésta fuera tomada por los ejércitos aliados en 1705, ni se habla de las ejecuciones ordenadas por los austracistas entre 1707 y 1713, ni de los catalanes que, integrados en el ejército del duque de Berwick, participaron en el último asalto borbónico a la ciudad. Hoy se recuerda la heroica resistencia de Barcelona como una lucha nacional contra el centralismo e imperialismo castellano, se recuerda a sus líderes, se les construye su túmulo y su estatua, pero se olvida que la causa argüida por el Consejo de Ciento, con Rafael Casanova a la cabeza, la de la burguesía catalana, la de los Feliu de la Peña, no era, ni mucho menos, la del pueblo catalán, sino la de unas minorías que copaban las instituciones, mantenían el control de la capital y que en 1704 se afiliaron al bando aliado –Austria, Inglaterra, Holanda, Saboya, Portugal y Prusia– con la intención de tener más peso en las decisiones de una España gobernada por Carlos de Habsburgo.

 

«Por nosotros y toda la nación española, combatimos», dice el militar Villaroel, y en los panfletos que recorren los barrios de Barcelona se dice que Luis XIV no pretende dar rey a España sino convertir a ésta en provincia de Francia, o se apela al ejemplo catalán para movilizar al resto de los españoles contra los ejércitos gabachos: «Tomad ejemplo de Cataluña, en donde, por la misericordia de Dios, no estamos ciegos, ni engañados, sino violentados y opresos; y sin derramamiento de sangre han retoñecido los Austríacos laureles…»

Fernando García de Cortázar, Los mitos de la historia de España, Planeta, Barcelona, 2003; pp. 146-147.

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