El planeta americano

The World America Made es el más reciente libro de Robert Kagan, neoconservador de pro, intelectual brillante, claro, conciso, muy influyente. Padre de la expresión aquella que hizo fortuna en tiempos de la guerra de Irak, “Los americanos son de Marte y los europeos de Venus”, Kagan es autor de dos obras cruciales para quien quiera entender el presente o historiarlo: Poder y debilidad y El retorno de la Historia y el fin de los sueños, ambas editadas por Taurus (en 2003 y 2008, respectivamente), que ya está tardando en volcar al español ésta de la que hoy les hablo, y que echa por tierra un montón de asunciones generales y topicazos.

En medio de la que está cayendo, Kagan abre el foco y nos dice que sí, cómo no, qué nos van a contar a nosotros, en este mundo nuestro muchas cosas van fatal, pero estamos viviendo una edad de oro: echen la vista atrás y reparen en qué ha consistido la Historia, qué clase de vida era esa que llevaban nuestros antepasados. No se trata de ser amigos del doctor Pangloss sino de la verdad, y la verdad es que jamás la Humanidad ha vivido más y mejor. Si atendemos a lo político, enseguida comprobaremos que nunca como en este siglo XXI que ya ha echado los dientes ha habido tantas democracias, ni más gente haciendo uso de sus derechos. Pues bien, apunta Kagan, quizá la democracia se ha expandido tanto desde el final de la Segunda Guerra no sólo por petición popular sino y sobre todo porque la nación más poderosa del planeta es, precisamente, una democracia. Y, aquí va una de las brillantes ideas contraintuitivas que pueblan estas páginas,

quizá la era de paz en que vivimos tenga algo que ver con el enorme poder de esa nación.

(¿”Era de paz”? Sí y de nuevo: reparen en qué ha consistido la Historia, qué clase de vida era esa que llevaban nuestros antepasados, sin ir más lejos los que murieron en las inauditas guerras mundiales del siglo pasado).

Para Kagan, la apabullante superioridad militar de los Estados Unidos, lejos de ser una maldición, ha aportado estabilidad al mundo e impedido que se desataran contiendas como las que devastaron, ayer mismo, por dos veces Europa: las inauditas guerras mundiales del siglo pasado se produjeron en un marco de equilibrio de poderes, y los poderes, claro, jugaban a desequilibrarse.

Para bien, para mal y para regular, el de esta hora es el mundo americano. El de mañana, ¿será verde islamista?, ¿tendrá por eje el Imperio del Centro?, ¿se putinizará? Vaya tres alternativas. Dan ganas de decir aquello que soltó la Faraona en Nueva York cuando un majara le preguntó si sabía inglés: “¡No lo quiera Dios!”.

(Publicado en VLC News el 17-5-2013)

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