A propósito de Trump

Sin el menor ánimo de ser exhaustivo:

El histérico populista nativista que pretende amurallar la Tierra de los Libres quiere ser el halcón del Partido Republicano, pero buena parte de sus hooligans prefieren que sea su sepulturero, afirma Williamson, que en el punto final alerta: el «cretino de tabloide» puede acabar con eso, el Grand Old Party de Ronald Reagan, su exacto opuesto, y con «mucho más que eso».

Se acercan unas elecciones presidenciales con los dos peores candidatos desde que tengo uso de razón. Una celebridad cuyas ideas políticas son ocurrencias de cuñado que cambian cada día y alguien que llegó a la política por ser mujer de un presidente y que está siendo investigada por docenas de agentes federales; si no fuera una Clinton y no tuviese en su mano la nominación demócrata, ahora se estaría enfrentando a una acusación de varios años de cárcel por desvelar secretos oficiales. La casi segura victoria de la corrupta Hillary tendrá consecuencias desastrosas para los republicanos: previsiblemente perderán también el Tribunal Supremo y el Senado, y podrían incluso dejar la Cámara de Representantes en manos demócratas. Y en un año en que podían haberlo ganado todo. Pero así lo han querido sus votantes.

El triunfo de Trump en las primarias representa una rebelión de la base electoral republicana contra el partido, y al tiempo es consecuencia de la política, esto es, de la antipolítica que ha hecho el partido. Trump ha conseguido cosechar parte de lo que sembraron los republicanos durante años. Es el monstruo que contribuyeron a crear. Si pierde en noviembre frente a Hillary Clinton, como es probable, tal vez se produzca una catarsis en el republicanismo. Pero ahora ya no pueden pararlo.

Hillary Clinton es el más derrotable candidato demócrata desde John Kerry, y el GOP se dispone a designar al tipo con menos opciones de derrotarla, el tipo que sería tan malo como ella en la Casa Blanca. Yo no voto a gente despreciable. Yo no voto a izquierdistas. Y nunca jamás votaré por Donald Trump. No es mejor que ella.

Cuando retuiteé este último artículo el otro día, un amigo español residente en Nueva York me mandó esto por correo:

Mario, es evidente que Trump es un animal y todo eso. Su candidatura acaba con el Partido Republicano que conocemos, que organizó RR [Ronald Reagan]. A partir de ahora todo será malo para los republicanos, el país y el mundo, ya que lo que Trump ha hecho es centrar el debate político en el miedo: miedo a competir, miedo a los inmigrantes, miedo al mundo. Eso es terrible, y ha inclinado a los demócratas al mismo territorio. Excepto en el asunto de la inmigración, la plataforma de Bernie es la misma. No está claro que Trump no vaya a ganar, por cierto, aunque sea difícil.

 

Ahora bien, me parece que a los analistas como vosotros les debería interesar responder a otra pregunta: ¿por qué? ¿Qué está pasando? Peggy Noonan ha escrito algunas cosas interesantes [especialmente ésta, me dijo después], y me parece que su diagnóstico, como el de algunos otros, es perfectamente aplicable a Europa.

 

La reacción de NR [‘National Review’] es la de todo el ‘establishment’ republicano. Ayer me decía un ‘insider’ de Washington que no conoce a nadie que conozca a alguien que vote Trump [lo que me recuerda la estupefacción progre ante la victoria de Reagan, reflejada en el profesor de una de las selectas universidades de la ‘Ivy League’ que juraba no conocer a nadie que hubiera votado al republicano]. Y que nadie les conoce o sabe qué quieren hacer. Las élites republicanas no conocen su base, no entendieron lo que suponía el ‘Tea Party’ y no han sabido articular una plataforma que supere la de RR, que por supuesto se ha quedado vieja. No basta con empatizar, como T[ed] Cruz, o moderar con sentido común, como Kasich. Lo que no hay es plataforma, ideología. Y cuando falta el liderazgo aparece el populismo.

 

Fíjate que lo de las soluciones mágicas está ocurriendo en todos sitios. El Gilipollas [así, con mayúsculas] de Cameron cree que el problema inglés se resuelve con un referéndum. Qué soberbia intelectual. No se ha dado cuenta aún de que Escocia se ha enquistado gracias a él. Hollande cree que va a resolver sus elecciones haciéndose nacionalista como Le Pen. Y la gran esperanza europea, Merkel, oscila entre el sentimentalismo ciego y el populismo insustancial. Lo que todos tienen en común es que carecen de liderazgo ideológico. Y para eso, la gente va a preferir las idea fuerza mágicas.

 

Te ahorro el análisis español, porque me duele más.

Ojalá Víctor de la Serna, Jorge Soley, José Carlos Rodríguez, José María Marco y Pablo Kleinman lean esto y les entren ganas de meter la cuchara.

* Actualización: «Aquí mi visión, mucho más optimista» (Luis del Pino).

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