He visto en diversos documentales de televisión dedicados a la fauna africana imágenes de ñus mientras atravesaban en manada un río infestado de cocodrilos. Los reptiles lograban abatir con sus mandíbulas poderosas unas cuantas presas. Las demás, ¿se detenían a defender a sus congéneres? ¿Protestaban? No. El resto de la manada, espoleado por el pánico, corría a ponerse a salvo en la orilla opuesta y después se paraba a comer hierba como si tal cosa. El episodio me sirve de parábola para referir la actitud de muchos ciudadanos del País Vasco en su flagrante desentendimiento de la tragedia vivida a su lado por cientos de víctimas. Eso sí, con una diferencia notable respecto a los ñus, ya que estos al menos tienen la decencia de no arrear palmaditas aprobatorias en el lomo de los cocodrilos. En el País Vasco no sólo se fraguó y alimentó el terrorismo de ETA, sino que este obtuvo un apoyo continuado en las instituciones y las calles, así como en el mundillo cultural.
Fernando Aramburu, en Maite Pagaza, Lluvia de fango.
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