Maggie, Montoro, Mariano

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Qué librito extraordinario ha publicado Niall Ferguson en memoria, en defensa de Margaret Thatcher, la Dama de Hierro, la “salvadora” del Reino Unido por mucho que le joda a la izquierda divina, a la derecha exquisita y a tanto listo como hay en este mundo de gomosos y cobardones que con los que no tienen te describen los huevos del toro cuando se lo llevan las mulillas. No se achantó la Dama, que no estaba ahí para echarse unas risas, jijiji, ni para el veleteo, ”the Lady is not for turning!”, hmmm, sino para resucitar al muerto, el Reino Unido en el Descontento, la Inflación galopante (27% –récord del siglo– en 1975) y la Huelga permanente (sólo en septiembre de 1979 se perdieron 12, doce, DOCE millones de horas en el sector industrial –en septiembre de 2012, sólo 8.000; y ahora que me vengan los de la vaina lamentona de las comparaciones odiosas–). Ella estaba ahí para recuperar lo que denominaba el “patrimonio británico”, que llevaban medio siglo vandalizando los socialistas de todos los partidos:

El derecho de un hombre a trabajar a su manera, a gastar lo que gane, a tener propiedades, a ver en el Estado un siervo y no un amo (…) He aquí la esencia de la economía libre. Y de esa libertad dependen todas las demás.

En aquel entonces Niall Ferguson era un adolescente comido por la impotencia y la rabia. ¡Un indignado! Cómo no estaría el patio, patas arriba, manga por hombro, ¡nada funcionaba!, que el amigo Niall, tan derechento, se identificaba completamente con el “pálido degenerado” de Johnny Rotten cuando vomitaba su “God save the Queen”; no porque verdaderamente pensara que la Reina era una inhumana fascista, ¡eso cantaban!, sino por la “intensa frustración” que marcó a aquella juventud, “total y completamente harta” de la decrépita, abúlica Britania de después de la guerra, el Imperio y los Beatles. Y es que, asegura, a finales de los setenta la célebre canción de los Sex Pistols parecía escrita por un notario:

There is no future
In England’s dreaming.

Pero entonces llegó ella. Con su franqueza, tirando al cubo de la basura los paños calientes del nefasto James Callaghan, Sunny Jim le llamaban, ¡a él, el del Winter of Discontent!, que se hacía el tonto, el muy incompetente, cuando le preguntaban por la crisis: “CRISIS, WHAT CRISIS?”, lo acabó crucificando… ¡The Sun!, lo de la ironía es cosa mala. Ella no: ella decía que estaban en el hoyo y que no había otra que pasarlo mal para dejar de tragar tierra. “No puedes lograr nada sin meterte en problemas, nunca”. Y esa misma aspereza, ese discurso a quemarropa infundió esperanzas al joven Niall, que vio en aquella señorona hiperlacada una semejante con ganas de pelea. ¡Otra punkie! Pero no como Sid Vicious y demás ralea sino como él, ¡una ‘tory punk’!, que aborrecía el nihilismo y soñaba con que el Reino Unido de la Gran Bretaña volviera a inspirar respeto y no compasión o desprecio.

Thatcher lo consiguió. Los británicos lo consiguieron. Sufriendo lo que está escrito en las hemerotecas. Pero mereció la pena. Tras el paso de la Dama por el 10 de Downing Street, al Reino Unido de la Gran Bretaña no lo reconocía ni la madre que lo parió, que diría Alfonso Guerra y ahora sí, que vengan los que andan con la vaina de las comparaciones odiosas. Y que no se vayan, que por ahí llega Mariano, plegando con esmero el Marca, diciéndole coshitash a Montoro.

(Publicado originalmente en VLC News el 25-V-2013)

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