La risa y los 24 millones de norcoreanos

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Es bueno este tipo, muy bueno, que dirían Roberto o Alberto. Pero a mí no deja de causarme estupor el descojone éste. No sé, será porque los que se ríen con los chistes sobre Irene Villa me parecen unos hijos de la gran puta, y me cago en los muertos de los que cuentan el del etarra que acompaña al bosque a Miguel Ángel Blanco. Es estupor, ya digo, sé que la gran mayoría de los que lo hacen, reírse, lo hacen porque, verdaderamente, ese tipo es muy bueno, brillante. Tanto, que consigue que la gente se olvide de la gente.

Miren que está lejos Corea del Norte. A tomar por culo, hablando mal y pronto. Bueno, pues los norcoreanos que sufren al sosias psicopático de Norcoreano están ‘más allá’, por decirlo en lapidario. Sencillamente, no están. Por eso el jaaaajaajaja. Está medido esto por los deformadores de periolistos. Y explicado por la denominada “distancia emocional”. Como no son nadie, los norcoreanos, como están más allá de a tomar por culo, fuera de nuesto mapa de empatías, nos reímos de lo que les pasa. Y entonces, jaaaaaajajajajajaaja, los psicópatas somos nosotros. “Los psicópatas no pueden empatizar ni sentir remordimiento, por eso interactúan con las demás personas como si fuesen cualquier otro objeto, las utilizan para conseguir sus objetivos: la satisfacción de sus propios intereses. No necesariamente tienen que causar algún mal”.

¡Pero es que los norcoreanos de Norcoreano no son “las demás personas”! ¡Pero es que son “como si fuesen cualquier otro objeto”! ¡Sólo son tuits!

¿Y qué es eso de “la satisfacción de [los] propios intereses”? ¡”No necesariamente tienen que causar algún mal”! Pues qué va a ser. Pues claro que no. ¿Pero qué demoños me estás contando de la banalización del mal! Con ese hueso… ¡a otro perro!

***

(Uno) “He aquí una paradoja reveladora: siempre se ha podido bromear a costa de la Unión Soviética, pero nunca sobre la Alemania nazi. No es sólo una cuestión de respeto. En el caso alemán, la risa se va automáticamente. Con el permiso de Adorno, no fue la poesía lo que se volvió imposible en Auschwitz. Lo que se volvió imposible fue la risa. En cambio, en el caso soviético, la risa se niega a irse”. Venga, vamos, va-aaaajajaja, Norcoreano.

(Dos) “Cuando leo los libros sobre el Holocausto experimento algo que no me sucede cuando leo los libros sobre los Veinte Millones: es como una infestación física. Es vergüenza de la especie. Y esto es lo que el Holocausto nos pide”. Los Veinte Millones son las víctimas del comunismo soviético. En Corea del Norte los Veinte Millones eran Tres hace ya 17 años, cuando Courtois y compañía echaron cuentas para ‘El libro negro del comunismo’ y los norcoreanos sólo habían padecido al primero de los Kim, Sung, y tres años del segundo, Jong. Los norcoreanos, hace 17 años, eran 23 millones. Hoy, 24. Se cree. Ni siquiera sobre esto hay datos fiables. Decididamente no son nadie. Nada.

(Y tres) “Ahora sabemos ya la clase de risa que oímos”. La risa que supura la “sordera moral”. De oreja a oreja.

(Pero hay más) Martin Amis, ‘Koba el Temible. La risa y los Veinte Millones’, Anagrama, Barcelona, 2004.

Si aquellos millones de ratas indefensas y desdichadas no ponían fin a su vida era porque en su interior ardía alguna clase de sentimiento de invencibilidad. Una idea muy poderosa.

Era su fe en la inocencia universal.

(Alexander Solzhenitsyn).

(Artículo publicado originalmente en VLC News).

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