¡Che, qué bueno que viniste para retratar con tan lindas palabras a la izquierda ungida!

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(Tomado de mi difunto blog Haciendo amigos, donde lo publiqué el 27 de junio de 2004)

Recientemente Es-Israel y José Cohen nos anunciaban la buena nueva: por fin alguien se atreve a publicar En defensa de Israel, un alegato coral en favor de la única democracia de Oriente Medio que ha estado dando tumbos por las editoriales españolas durante bastante tiempo.

Me ha causado especial satisfacción encontrar entre los autores a Marcelo Birmajer, para quien esto escribe uno de los más grandes prosistas contemporáneos en lengua española. Por desgracia, han llegado pocas de sus obras a nuestras librerías, pese a que es prolífico como pocos (no tiene 40 años y ya ha firmado una veintena de títulos). Así que, a falta de novedades, doy en releer una y otra vez lo que ya tengo de él. Precisamente ahora (y cuando se nos anunció la buena nueva) andaba embebido en su volumen de relatos Nuevas historias de hombres casados, que publicó Alfaguara Argentina en 2001 y con el que tuve la fortuna de toparme en un Crisol de Madrid (no se ha editado en España).

De vez en cuando, esta «suerte de Bioy Casares jasídico, de Woody Allen de las pampas» –como lo definió en su día el diario porteño Clarín– se despacha contra el mester de progresía sin dejar de hacer literatura de altísimos vuelos; porque lo suyo es un despliegue, y lo que sienten sus lectores, algo muy cercano al alborozo. Vamos, que cuando me lo echo a los ojos digo alto y claro aquello que dijo Jorge Luis Borges, el de las manos como hervidas (Carlos Alberto Montaner dixit): «Que otros se enorgullezcan de las páginas que han escrito; a mí me enorgullecen las que he leído».

A ver qué os parecen estos tres fragmentos, tomados de otros tantos relatos de Nuevas historias de hombres casados.

1) De «Caballos»

(El protagonista se encuentra con una ex novia medio pirada desde siempre y por completo extraviada ahora, en la gran ciudad, pues vive en una comuna –el Bolsón que se menciona en el texto).

–Hoy justamente pensaba en el Mayo Francés. ¿Qué significa exactamente «La imaginación al poder»? ¿Cuál era el sistema económico imaginativo que proponían? ¿Cuál era el sistema sociopolítico que imaginaban? ¿Por qué no presentaban una propuesta concreta? ¿Te imaginás lo que hubieran hecho en el poder? Tenían banderas de Mao, de Stalin, del Che Guevara, de los peores tiranos y asesinos de todas las épocas. ¡Hablaban en contra de los Estados Unidos, que habían salvado a sus padres del nazismo hacía nada más que veinte años! No sé por qué, cuando hablás del Bolsón, me acuerdo del Mayo Francés.

–Pero no tiene nada que ver –dijo Lina.

–Tenés razón –me gustó conceder. Pedí café para dos.

–En el Bolsón ya nadie está por ideología… –tomó un sorbo de café–. Si es que alguna vez se pudo llamar a eso «ideología», comer pasto, tomar sol. Pero ahora es gente como yo… que nunca terminó una carrera –revolvió sin necesidad el café– y no soporta ocupar un escalafón menor en la ciudad. No quieren ser mozos ni limpiar baños. Para la clase media es mucho más difícil aceptar eso.

2) De «Un señor vietnamita»

Maite había sido de izquierda, Mirna había sido de izquierda, mi esposa había sido de izquierda, yo había sido de izquierda. De todos los allí presentes, yo era el que con más desprecio por mí mismo recordaba el tiempo perdido. No podía soportar haber dedicado tardes y tardes al moroso hecho de arruinar mi vida metódicamente. Escuchando a gente con muchos más problemas que el mundo proponiéndose para arreglarlo, escuchando a gordos que todo lo que querían era adelgazar reclamar su odio contra la clase «pudiente», escuchando a mujeres hermosas con problemas sexuales esperando ser maltratadas por los dirigentes de la nada, escuchando a mediocres capaces de matar antes que de vivir.

3) De «Cuatro hombres en un tren»

–No hay parejas felices –dijo Manuel luego de morder el alfajor–. El siglo que pasó fue muy injusto con la clase media y con la monogamia. Todos los intelectuales habidos y por haber hablaron pestes del matrimonio y de la estabilidad económica. Ojalá supieran lo que nos ha costado mantenernos en esas dos cornisas. Todos esos imbéciles que hablan de la creatividad, de la libertad sexual, de las orgías… Como si fuera tan difícil. Es más fácil ser guerrillero que mantener un negocio. Es más fácil ser el Che Guevara que el dueño de una juguetería en la Argentina. Te morís más joven siendo el dueño de una juguetería. Los idiotas todavía no aprendieron que la gente no puede ser feliz. No aprendieron, los idiotas, ese mínimo que la clase media convencional ya aprendió hace tantos años: que todo lo que uno puede hacer en la vida es resistir, hacer equilibrio, aguantar entre una ola y otra, y respirar. Pero lo gracioso es que todos los idiotas llaman ingenua a la clase media, pequeños burgueses, los llaman, y todos estos intelectuales, ¿de izquierda se llaman?, no conocen siquiera los rudimentos básicos de la condición humana. ¿Vos leíste a Chomsky alguna vez? Son como pintores naïfs, pero de la sociología, o de la política, o como cuernos se llame eso que hacen, que no se entiende nada.

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